jueves, 6 de septiembre de 2007

UNA OPORTUNIDAD

Observa con orgullo y atención a sus dos pequeños hijos que corren tras una pelota de fútbol en el verde césped del parque de la ciudad.
De pronto un tercer niño irrumpe en la escena. Tiene la estatura de su hijo mayor. Con cierto grado de dificultad e inseguros pasos, rompiendo la barrera de la timidez, se acerca a sus hijos con la clara intención de jugar.
Hizo ademán de pararse e ir hacia sus hijos para que integrasen al nuevo jugador pero, se abstuvo al constatar que el padre del pequeño lo regresaba junto a su madre.
¡Hijo! ¡No puedes jugar como ellos! ¡Es una pelota muy pesada! Esa fue la explicación que dio el padre al ansioso infante.
Corrió con dificultad, entre sollozos, hacia su madre, dejando de manifiesto un problema de nacimiento que tiene en uno de sus pies.

Cerró sus ojos.
Desde pequeño se supo limitado. Eso lo sabía, se daba cuenta y lo sufría en silencio.
No podía correr como los demás y, se conformaba con observar a sus compañeros jugar a la pelota en el patio del colegio. De vez en cuando, cuando faltaba uno para conformar el equipo, lo llamaban para que jugara como arquero.
Lo sabía. Al más malo y falto de técnica con el balón, lo ponían al arco porque, simplemente, no sabía hacer piruetas, correr bien, parar el balón y convertir un gol.
Alexis, cuando estaba bajo los tres palos, olvidaba toda sanción social que había en contra de él. Olvidaba sus limitaciones y cada vez que lanzaban en contra de su arco, lo defendía con gran honor desafiando la fuerza de gravedad, dando grandes saltos y estirándose para caer con el peso de su cuerpo en la dura cancha de cemento.
Se dio cuenta que allí estaba su lugar y, cuando sus compañeros le llamaron para defender al equipo de las estrellas del curso y jugar al arco; en un campeonato interno del colegio, se sintió valorado e importante.
Su madre, que siempre le apoyó y animó, le miraba orgullosa desde la galería junto a otros apoderados del curso. Los ojos de la hincha número uno del arquero, poco a poco se humedecían de lágrimas evidenciando la emoción de ver a su hijo saltar y mandar a quienes siempre le habían dado órdenes y apartado del equipo, postergándole y conminándole a sentarse en la galería.
En casa, se esmeraba en curar las heridas de los codos y rodillas de su hijo héroe, causado por las caídas al tratar de atrapar o desviar el balón para evitar un gol.
Su curso había logrado el campeonato, ganando los ocho partidos de la etapa eliminatoria con solo seis goles en contra y veintidós a favor. La final la ganaron cinco a dos.
En los nueve partidos, solo había sido batido en ocho ocasiones. Todo un récord.
Había logrado olvidar las burlas y bromas que había sufrido en la escuela básica de la cual su madre lo había trasladado, producto de la crueldad infantil y de su bajo autoconcepto que le impedía superar las dificultades llegando, incluso, siendo muy inteligente, repetir de curso.
Como adolescente, vivió en la gran tensión de tener que probar que era capaz y, eso le apretaba su pecho cada vez que emprendía algo nuevo.
El temor a la censura y a la risa de los demás, era la sombra que le costó borrar de su mente hasta el inicio de su adultez.
Cada proposición en favor de algo nuevo que emprendía, lo tomaba como una desaprobación o rechazo a su persona.
Y, por su mente desfilaban en forma rápida y desordenada miles de imágenes y sensaciones que le causaban dolor e impotencia.
El cuánto le costó establecer una relación de pareja para llegar a formar una familia, lo recuerda en paz porque su primer hijo logró, como por arte de magia, borrar sensaciones, temores y fantasmas creados por él y por los demás en su paso por la escuela.
Abrió sus ojos y, conmovido vio cómo sus hijos invitaban e integraban al pequeño a jugar con ellos.
Ante el gesto de sus hijos, no se pudo contener. Se dirigió hacia los padres del pequeño que tenía el balón de fútbol entre sus manos. El niño estaba ansioso y feliz. En el césped, había una muleta de apoyo.
¡Desde pequeño usa esto! Dijo el padre del pequeño, tomando el bastón entre sus manos.
¡Primera vez que lo vemos con ganas de jugar! Agregó su madre un tanto emocionada, sin dejar de mirar a su hijo que trataba de golpear el balón con su pierna mas fuerte.

Alexis, sacó de su mochila un díptico que había creado gracias a su experiencia profesional y talento artístico. En la portada se observa, en primer plano, la imagen de un niño discapacitado que mira a otros niños jugar. En la parte inferior, un llamativo mensaje escrito:
¡Quiero una oportunidad!

Extendió su mano y entregando el díptico a los padres del pequeño que estaba jugando con sus hijos, les dijo con voz serena y profunda:
¡De niño conocí y sufrí esta realidad!
Inspirado en mi madre, mi empresa de publicidad lanzará, la próxima semana, una campaña en favor de éstos niños...
¡Hoy, con ustedes, ha comenzado!.....

2 comentarios:

SteffanyAngelinLeon dijo...

José Ramón Toro:
su historia me llamo la atención ya que en la escuela en que estudio hay niños discapacitados, yo creo que ellos no deberían ser vistos diferentes ya que ellos son personas igual que nosotros; sí hay que ayudarlos y comprenderlos pero no mirarlos diferentes por tener que usar una silla o una muleta para movilizarse yo pienso que los discapacitados deberían ser tomados por igual aquí o en cualquier parte del mundo ellos no tienen la culpa de ser discapacitados al contrario yo creo que no les hace mucha gracia.
Gracias por tomarlos en cuenta en tu historia. Me comprometo a no mirarlos con lastima a comprenderlo, apoyarlos y ayudarles en lo que necesiten. Los valores que yo puedo tomar de su historia son la solidaridad y la amistad. Steffany Angelín 1ªA

Valeska Ahumada (1º E, 3) dijo...

Me gustó mucho la historia y me llamó la atención, porque cuenta la vida de un niño que tenía una discapacidad, entonces él queria ser como los demás y no podía...yo con esta historia, que me conmovió, aprendí que si alguien quiere algo, lo puede conseguir pase lo que pase y me sirve para colocarme en lugar del otro, a no ser tan inconciente con los demás...
Esta historia nos sirve a todos, porque nadie sabe lo que va a pasar mañana, entonces nos deja una enseñana de ser más concientes con los nuestros y también con nuestras vidas...
VALESKA AHUMADA(1º E, 3)