jueves, 6 de septiembre de 2007

PILÁPOLO

A sus casi diecisiete años, una conversación le hizo viajar a Concepción, donde vivió parte de su infancia.
Siempre sus padres le recordaban su infancia, para que tuviera presente sus raíces y su historia en esa ciudad lluviosa, hermosa y cosmopolita de la octava región.
Con unas fotos en sus manos recordó al tío Jorge y la tía Mónica que eran vecinos suyos. Muchas veces se quedaba en su casa mientras sus papás trabajaban. Ellos tenían un hijo pequeño que se llama Daniel... recuerda que una vez, ese niño, causó un incendio de pastizales en un cerro durante un verano.
Se recostó sobre el sofá y también recordó al Milo, un amiguito de la casa del frente y a Gonzalo con quien jugaba en su casa. También vino, como invitado, a su memoria el tío Raúl que lo llevaba al jardín todas las mañanas en un auto amarillo. Lo sentaba en el primer asiento y podía pasear por toda la población de Denavi Sur porque tenía que pasar a buscar a muchos niños antes de ir a su jardín. La Rosita, una nana que tuvo, con quien aprendió muchas cosas entretenidas y jugaba bastante y, otras señoras... una de ojos celestes, muy celestes y la última que se llamaba Marisol.

Con su papá salía a pasear al cerro y por el bosque. Lo subía sobre sus hombros, cuando se acercaban a la casa del lobo. Los días sábados siempre salía con su papá a pasear al bosque o iban a jugar a la pelota a la cancha.
Recuerda que su papá caminaba junto a una carreta de caballos con él, sobre sus hombros. Que en ocasiones se sintió grande, cuando condujo esa carreta de caballos que un señor usaba para vender y gritar sus productos: papas, cebollas, tomates, verdura fresca le traigo caserita....
Otro grito que hace reír, hasta la fecha, a sus padres y hermanos menores cuando se lo imaginan, eran de otro señor que vendía productos del mar: cochayuyo, ulte, piure, macha y pescá’...
Su papá le hizo un día una mesa y una silla para él. Le gustaba leer y escribir. Y los domingos, le compraba y pasaba un diario que traía juegos y cuentos: La Ronda de los Sapos. Ahora recuerda y cae en la cuenta que, era un suplemento para los niños porque visitó la página web del Diario El Sur en más de dos ocasiones.
Cerca de su casa había un pequeño canal de agua y, casi al frente una casa donde había una abuelita que tenía una gallina y un gallo muy grande. Le gustaba ir a ver el gallo pelao’ que le hacía recordar los cuentos y fantasías que su papá inventaba para él con su guitarra y canciones.
También le gustaba mucho cuando llovía, porque sus padres hacían un circo en el living de la casa y, allí jugaba con su hermana pequeña que andaba gateando por todas partes y, antes que naciese su hermana, tuvo un amigo invisible que se llamaba Pilápolo.
Pilápolo era entretenido y un buen amigo. Le acompañaba y nunca se enojaba con él. Tampoco le quitaba sus juguetes y cuando llegaba la noche no tenía miedo, porque Pilápolo se quedaba escondido en un pequeño closet que había en la pared... se escondía en medio de la ropa.
Era bueno para dormir, porque cuando quería ir al baño, lo llamaba y no despertaba y tenía que llamar a su papá.
Pilápolo era muy entretenido, un buen amigo y muy leal, cada vez que despertaba en las mañanas, lo llamaba y jugaban a la fuerza G y al hombre araña. Se sentaba al lado de él y le decía cuál color era el mejor para rellenar los dibujos y figuras en blanco de la Ronda de los Sapos.
También le acompañaba a misa los domingos. Él caminaba a su lado, mientras conducía su Fórmula Uno de color rojo. Su papá tocaba la guitarra en misa y cantaba con su mamá.
Cuando iba con su papá y mamá al Parque a jugar o al barrio universitario, Pilápolo jugaba con él a las escondidas en medio de las plantas y flores, también le gustaba mucho ver los cisnes en la laguna del campus universitario.
Había hecho un pacto con su amigo Pilápolo y, no debía contar de su existencia a su papá ni a su mamá. Así era Pilápolo, le gustaba ser invisible a los grandes porque podrían pensar que él estaba enfermo de la cabeza.
Aún no logra explicarse por qué su amigo invisible de pronto desapareció. Tal vez sintió celos, cuando comenzó a conversar con su hermana menor... cuando podía dar unos pasos y, él, como hermano mayor andaba junto a ella y la protegía, la cuidaba porque la quería mucho. Sin despedirse, un día Pilápolo, se fue de casa y nunca más supo de él, solo lo tiene guardado en su recuerdo.
En la actualidad, tiene buenos amigos con los cuales comparte sus ideas, sus cosas más íntimas, hace deporte, va al estadio o a fiestas, pero Pilápolo marcó en él una profunda vivencia porque fue su primer amigo.
Pilápolo, le dejó grandes enseñanzas: la fidelidad, la amistad incondicional, el saber mantener un secreto, la generosidad, la compañía, el saber escuchar, la lealtad. Para él fue una especie de modelo de amigo.
También aprendió de sus padres el saber respetar un secreto, porque nunca le obligaron les dijera algo de su amigo Pilápolo, ni lo presionaron para que se los presentara o describiera, tampoco se rieron de él.
Ojalá muchos niños, jóvenes y adultos puedan encontrar un amigo como el que tuve, se dijo después de incorporarse del sofá e ir a atender la visita de un amigo y compañero que esperaba para estudiar.

1 comentario:

elilla dijo...

alguna vez publiqe 2 cuentos en la rodna de los sapos U.u