Era imposible y lo sabía. Durante el primer semestre experimentó muchas cosas que lo marcarían para toda su vida.
Una tarde de invierno, cuando llegó a casa después del colegio, se encontró que la camioneta de su papá estaba estacionada a la entrada de la casa. Pudo observar que, en la parte posterior de la camioneta de doble cabina, había muchas cajas de cartón cuidadosamente amarradas y, en los asientos otras tantas.
Lo encontró en el dormitorio introduciendo unas camisas y objetos del baño en un pequeño bolso de mano.
Era un martes 12 de julio y su padre abandonaba la casa.
No se atrevió a contarle que lo habían suspendido por cuatro días y que él debía presentarse a conversar en Inspectoría General. El motivo era una discusión con un compañero que siempre lo molestaba por su nariz tan pronunciada y se había cansado que le llamara por manzana y, el otro motivo era las acumulaciones de anotaciones negativas absurdas que ponen los profes: alumno que interrumpe la clase, alumno que llega atrasado, alumno que se para sin autorización... puras guevadas.
Cuando su padre cerró la puerta, estaba en su pieza encerrado con sus ojos llenos de lágrimas.
En el colegio iba mal con sus notas. El primer semestre tuvo cuatro notas deficientes que, eran superables ninguna menor que el tres coma cinco.
Las constantes discusiones en casa, el pololeo y su club deportivo y amigos no le permitieron tener el suficiente tiempo para dedicarse a sus estudios.
Con Ximena discutía bastante porque ella quería que dejara por un tiempo el club deportivo, que los entrenamientos de dos veces a la semana y los partidos de fines de semana le quitaban mucho tiempo.
También Ximena cursaba el cuarto medio pero en otro curso. Ella le ayudaba mucho con las tareas y trabajos pero, en la realización de las pruebas no podía ayudarle.
Su mamá después de decirle muchas cosas y de llamarle la atención, además de comprenderlo muy bien, le miraba con ternura y no podía aceptar que dejase de estudiar y comenzar a trabajar.
No quería volver al colegio porque, en su interior no aceptaba el fracaso de su repitencia.
Era noviembre y faltaban dos semanas para fin de mes y tenía dos notas deficientes con un promedio de cuatro coma dos final. Definitivamente había repetido el cuarto año medio.
Sabía que sufriría mucho al ir al colegio y saber que Ximena no estaría allí y que estaría estudiando alguna carrera universitaria, que tendría nuevos compañeros, que no la podría ver como antes a causa de los horarios y estudios, además porque se iría a Valparaíso a casa de una tía y allí se hospedaría. Eso, ambos, lo habían conversado durante casi todo el año y, que él también viviría allí si quedaba en la universidad. Esos eran sus planes.
Allí estaba su madre que, con una enfermedad de carácter siquiátrico, se veía sobrepasada con la problemática y decisión de su hijo. El trabajar y estudiar de noche el cuarto medio para reunir dinero y postular a una universidad.
Lo que la buena mujer no podía conocer eran las intenciones más de fondo de su hijo que, había acumulado un odio inmenso en contra de su padre que había abandonado a su madre a causa de su enfermedad y de las crisis porque ella pasaba.
Bajo su cama tenía cuidadosamente enrollada una soga gruesa y resistente con la intención de quitarse la vida, que bajo el colchón tenía cuatro sobres sellados con la sentencia de su voluntad ya firmada.
Luis Segundo estaba sumido en una depresión agónica y trataba que nadie lo notara. Sabía simular un buen estado de ánimo y esconder el verdadero drama interno. Todo lo tenía claramente definido y estudiado. El dónde, el cómo y el cuándo terminar con su vida.
Lo que no estaba en sus planes era que su padre sufriese un accidente automovilístico con fatales consecuencias en Ovalle y la noticia le hizo olvidar sus planes y decisión.
Suspiró e inhaló con fuerza la mayor cantidad de aire que pudo. Con sus cuarenta y cinco años, estaba sentado frente al lecho de Pedro, el pilluco como le decían sus compañeros, con una venda que dejaba ver parte de las huellas y marcas de su intento de suicidio que había perpetrado horas antes en el patio de su casa.
Pedro, de un carácter muy introvertido y tímido, tuvo una gran depresión porque estaba acostumbrado en la básica a ser el primer alumno en todo. Ahora en el Liceo, la realidad era muy distinta; tiene tres compañeros de su curso que le superan por sus habilidades y conocimientos.
Ese fue el motivo de la decisión de quitarse la vida, más la presión que ejercía su familia sobre él que no se explicaba el brusco cambio que había tenido.
Al día siguiente, de acuerdo con el fiscal, nuevamente le visitó para contarle su historia y cómo también había planificado quitarse la vida y que la muerte de su padre le había salvado la suya.Pedro escuchó al siquiatra con ojos asombrados y creyó en sus palabras. Se dieron la mano al despedirse como señal de iniciar un proceso nuevo y encarar la vida con valentía.
Una tarde de invierno, cuando llegó a casa después del colegio, se encontró que la camioneta de su papá estaba estacionada a la entrada de la casa. Pudo observar que, en la parte posterior de la camioneta de doble cabina, había muchas cajas de cartón cuidadosamente amarradas y, en los asientos otras tantas.
Lo encontró en el dormitorio introduciendo unas camisas y objetos del baño en un pequeño bolso de mano.
Era un martes 12 de julio y su padre abandonaba la casa.
No se atrevió a contarle que lo habían suspendido por cuatro días y que él debía presentarse a conversar en Inspectoría General. El motivo era una discusión con un compañero que siempre lo molestaba por su nariz tan pronunciada y se había cansado que le llamara por manzana y, el otro motivo era las acumulaciones de anotaciones negativas absurdas que ponen los profes: alumno que interrumpe la clase, alumno que llega atrasado, alumno que se para sin autorización... puras guevadas.
Cuando su padre cerró la puerta, estaba en su pieza encerrado con sus ojos llenos de lágrimas.
En el colegio iba mal con sus notas. El primer semestre tuvo cuatro notas deficientes que, eran superables ninguna menor que el tres coma cinco.
Las constantes discusiones en casa, el pololeo y su club deportivo y amigos no le permitieron tener el suficiente tiempo para dedicarse a sus estudios.
Con Ximena discutía bastante porque ella quería que dejara por un tiempo el club deportivo, que los entrenamientos de dos veces a la semana y los partidos de fines de semana le quitaban mucho tiempo.
También Ximena cursaba el cuarto medio pero en otro curso. Ella le ayudaba mucho con las tareas y trabajos pero, en la realización de las pruebas no podía ayudarle.
Su mamá después de decirle muchas cosas y de llamarle la atención, además de comprenderlo muy bien, le miraba con ternura y no podía aceptar que dejase de estudiar y comenzar a trabajar.
No quería volver al colegio porque, en su interior no aceptaba el fracaso de su repitencia.
Era noviembre y faltaban dos semanas para fin de mes y tenía dos notas deficientes con un promedio de cuatro coma dos final. Definitivamente había repetido el cuarto año medio.
Sabía que sufriría mucho al ir al colegio y saber que Ximena no estaría allí y que estaría estudiando alguna carrera universitaria, que tendría nuevos compañeros, que no la podría ver como antes a causa de los horarios y estudios, además porque se iría a Valparaíso a casa de una tía y allí se hospedaría. Eso, ambos, lo habían conversado durante casi todo el año y, que él también viviría allí si quedaba en la universidad. Esos eran sus planes.
Allí estaba su madre que, con una enfermedad de carácter siquiátrico, se veía sobrepasada con la problemática y decisión de su hijo. El trabajar y estudiar de noche el cuarto medio para reunir dinero y postular a una universidad.
Lo que la buena mujer no podía conocer eran las intenciones más de fondo de su hijo que, había acumulado un odio inmenso en contra de su padre que había abandonado a su madre a causa de su enfermedad y de las crisis porque ella pasaba.
Bajo su cama tenía cuidadosamente enrollada una soga gruesa y resistente con la intención de quitarse la vida, que bajo el colchón tenía cuatro sobres sellados con la sentencia de su voluntad ya firmada.
Luis Segundo estaba sumido en una depresión agónica y trataba que nadie lo notara. Sabía simular un buen estado de ánimo y esconder el verdadero drama interno. Todo lo tenía claramente definido y estudiado. El dónde, el cómo y el cuándo terminar con su vida.
Lo que no estaba en sus planes era que su padre sufriese un accidente automovilístico con fatales consecuencias en Ovalle y la noticia le hizo olvidar sus planes y decisión.
Suspiró e inhaló con fuerza la mayor cantidad de aire que pudo. Con sus cuarenta y cinco años, estaba sentado frente al lecho de Pedro, el pilluco como le decían sus compañeros, con una venda que dejaba ver parte de las huellas y marcas de su intento de suicidio que había perpetrado horas antes en el patio de su casa.
Pedro, de un carácter muy introvertido y tímido, tuvo una gran depresión porque estaba acostumbrado en la básica a ser el primer alumno en todo. Ahora en el Liceo, la realidad era muy distinta; tiene tres compañeros de su curso que le superan por sus habilidades y conocimientos.
Ese fue el motivo de la decisión de quitarse la vida, más la presión que ejercía su familia sobre él que no se explicaba el brusco cambio que había tenido.
Al día siguiente, de acuerdo con el fiscal, nuevamente le visitó para contarle su historia y cómo también había planificado quitarse la vida y que la muerte de su padre le había salvado la suya.Pedro escuchó al siquiatra con ojos asombrados y creyó en sus palabras. Se dieron la mano al despedirse como señal de iniciar un proceso nuevo y encarar la vida con valentía.
1 comentario:
Me parece que repetir curso es terrible, aunque conozco amigos que preferirían repetir
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